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lunes, 8 de diciembre de 2014

El desarrollo de las funciones ejecutivas en la adolescencia.

"Las funciones ejecutivas son procesos cognitivos de alto nivel que nos permiten asociar ideas, movimientos y acciones simples para llevar a cabo tareas más complejas (Shallice, 1988)". 
Constituyen un controvertido constructo, bajo el cual se han agrupado procesos cognitivos asociadas al control consciente del pensamiento, comportamiento y afectividad. Algunos de estos procesos son: la memoria de trabajo, el control atencional, el control inhibitorio y la toma de decisiones. Gran parte de los mismos, comienza su desarrollo en la infancia y culmina al final de la adolescencia. De momento, los expertos en funciones ejecutivas aún no se han puesto de acuerdo en una definición única y consensuada, pero el término "funciones ejecutivas" se utiliza generalmente para describir "una gran variedad de habilidades y procesos cognitivos que nos capacitan para tener un comportamiento flexible y dirigido a metas (Castellanos y cols., 2006)"

Gracias a la neuroplasticidad del cerebro, los estímulos exteriores en forma de ejercicios modulan los procesos subyacentes a las funciones ejecutivas. La ciencia ha mostrado que "la experiencia y el aprendizaje modifican y facilitan la aparición de nuevas conexiones neuronales –lo que se denomina sinapsis- en nuestro cerebro (Weiller y Rijntjes, 1999), mejorando así nuestro desempeño cotidiano". El desarrollo prolongado de dominios ejecutivos probablemente está alineado con cambios neuropsicológicos, particularmente sinaptogénesis y mielinización en la corteza prefrontal. A nivel anatómico, el funcionamiento ejecutivo ha sido vinculado a la actividad de la corteza prefrontal y la corteza cingulada, entre otras regiones cerebrales. Las diferencias en el desempeño ejecutivo han sido relacionadas con mayores competencias sociales y un mejor rendimiento académico. 

Hay tareas cotidianas como llegar puntual a clase o al trabajo, o simplemente ir al cine o quedar con nuestros amigos que implican un uso adecuado de estas funciones ejecutivas. Si fallan, nuestra conducta no será eficaz y nuestros planes y metas no se cumplirán como esperábamos. Con un buen entrenamiento de las funciones ejecutivas aumenta la capacidad de hacer planes y llevarlos a cabo de forma organizada, ayudando en la mejora de la concentración a la hora de leer o hacer los deberes porque se aprende a ser capaz de orientar con más eficacia la atención hacia la tarea propuesta. 

Fuera de la práctica en la rutina diaria esta el punto de vista proporcionado por la investigación dónde se indica que los dominios ejecutivos maduran en diferentes grados. Los procesos dentro del dominio del control atencional parecen atravesar un desarrollo considerable durante la temprana infancia, y para la mediana infancia los procesos de autocontrol y autorregulación son relativamente maduros. A pesar de seguir trayectorias de desarrollo levemente diferentes, las áreas de procesamiento de la información, flexibilidad cognitiva y establecimiento de metas, son todas relativamente maduras para los 12 años de edad, aunque muchos procesos ejecutivos no están completamente establecidos hasta la adolescencia o la temprana adultez. Es precisamente durante la adolescencia cuando los diferentes sistemas cerebrales se vuelven más integrados y los jóvenes ponen en práctica las funciones ejecutivas, tales como el control inhibitorio, de forma más eficiente y eficaz. Al igual que el control inhibitorio que surge en la infancia y que mejora con el tiempo, la planificación de objetivos también tiene un crecimiento continuo durante la adolescencia. Del mismo modo, las funciones como control de la atención junto con la memoria de trabajo, continúan desarrollando en este momento. Por otro lado, se han advertido "regresiones en el desarrollo entre los 11 y los 13 años de edad, particularmente en las áreas de la autorregulación y la toma estratégica de decisiones (Anderson y otros, 1996, 2001)". Esta regresión puede ser asociada con un período transicional entre fases de desarrollo (Kirk, 1985), resultando en conflictos entre los procesos cognitivos en desarrollo. Por ejemplo, la implementación de estrategias conceptuales y holísticas choca con la ejecución de los procesos autorregulatorios, que requieren una supervisión cercana del rendimiento, prefiriendo la ‘deconstrucción’ de tareas. Balancear y priorizar estas demandas en competencia requiere control ejecutivo general, lo cual sólo puede ser posible cuando cada dominio ejecutivo alcanza cierto nivel de madurez.

En base a la información del electro-encefalograma se han comprobado "cinco períodos de rápido crecimiento en los lóbulos frontales que reflejan un incremento en número y fortalecimiento de conexiones lobulares (Hudspeth y Pribram, 1990)". El primero de estos períodos de crecimiento en el lóbulo frontal emerge en el nacimiento y abarca hasta los 5 años de edad, consistente con un desarrollo significativo en los procesos de control atencional. Los otros tres dominios ejecutivos (procesamiento de la información, flexibilidad cognitiva, y establecimiento de metas) exhiben un rápido desarrollo entre los 7 y 9 años de edad, que corresponde con el segundo período de crecimiento en el lóbulo frontal. El tercero de estos períodos ocurre entre los 11 y 13 años de edad, cuando todos los cuatro dominios ejecutivos se acercan a la madurez y emerge el control ejecutivoAdemás, queda claro que "la mielinización de las conexiones prefrontales ocurre gradualmente a través de la temprana infancia, la mediana infancia y la adolescencia (Giedd y otros, 1996; Huttenlocher y Dabholkar, 1997; Klimberg, Vaidya, Gabrieli, Moseley, y Hedehus, 1999)". La mielinización progresiva conduce probablemente a una transmisión más rápida y eficiente de impulsos nerviosos, un procesamiento de la información mejorado, como también a un fortalecimiento en la integración de los procesos cognitivos y un mejoramiento en el control ejecutivo general.

En esta segunda parte del artículo destaco algunas de las característica de los dominios ejecutivos principales:

La memoria de trabajo. Ha sido caracterizada como "un tipo de memoria a corto plazo involucrada en la mantención on-line de la información y la manipulación de la misma (Baddeley, 1986)". Algunos autores han considerado a dicha función como un constructo paradigmático implicado en los procesos de control cognitivo (Hitch, 2002, Baddeley, 2003). Han señalado que la memoria se acentúa en los ensayos en los que se requiere la manipulación de información. Con respecto al modo de manipular la información estos autores evidenciaron que algunos sujetos adultos, empleaban estrategias de nemotecnia en los ensayos que demandaban mayor cantidad de información a retener. En síntesis, la capacidad de mantenimiento y manipulación de la información constituyen dos habilidades independientes con curvas de desarrollo disociables.

El control inhibitorio. Se define como la capacidad de supresión de una respuesta a nivel motriz, afectivo o representacional. En la actualidad, coexisten diferentes tipos de tareas que han sido empleadas para evaluar dicha habilidad. Algunos estudios comparativos entre niños y adultos para tareas de control inhibitorio, han revelado que los niños (8-12 años de edad) presentan un patrón de activación prefrontal diferente a los adultos para dicho tipo de tareas (Tamm, Menon & Reiss., 2002; Marsh, Zhu, Schultz, et al., 2006; Rubia, Smith, Taylor, & Brammer, 2007).

La atención. En diversos estudios, Posner & Rothbart (2009) han postulado "la existencia de tres sistemas de redes neurales, que se corresponderían con las funciones atencionales de alerta, orientación y ejecución. Los mismos, han sido asociados a la activación de diferentes regiones anatómicas y diversos sistemas de neuromodulación (Posner, 2007)"

- El sistema de alerta ha sido vinculado a la mantención del estado de alerta tónico y fásico. Esta función, se halla anatómicamente asociada a la actividad del tálamo y de la corteza cerebral frontal y parietal. Asimismo, la misma ha sido vinculada a los niveles de noreprinefrina en el Sistema Nervioso Central.
- Por otro lado, el sistema de orientación está implicado en la selección de información a través de diversos inputs sensoriales. La función de orientación implica la capacidad de cambio –rápido o lento- del foco atencional. En lo relativo a las áreas cerebrales vinculadas a la misma, estas pueden diferir parcialmente conforme a la modalidad sensorial implicada. En la función de orientación para el sistema visual se han identificado: la región superior e inferior del lóbulo parietal, los campos frontales de la visión y ciertas áreas sub-corticales (colículo superior y los núcleo pulvinar y reticular del tálamo). Por otro lado, el sistema colinérgico asentado en el prosencéfalo, desempeña un papel clave en el normal funcionamiento del sistema de orientación.
-Finalmente, la red de control ejecutivo, ha sido vinculada a una serie de operaciones complejas que incluyen "la capacidad de supervisión, detección y resolución de conflictos (Posner & Rothbart, 2009)".

Los últimos hallazgos encontrados en el campo de la neurociencia  están en consonancia con la hipótesis de que durante el transcurso de la niñez y la adolescencia, hay un podado en las conexiones de las áreas anteriormente mencionadas. Dicho podado, posibilitaría una transmisión más efectiva y precisa de la información y, asimismo, este refinamiento de las conexiones, conformaría el circuito focalizado y especifico observado en la adultez para las diferentes funciones atencionales (O’Donnell, Noseworthy, Levine, Dennis, 2005). 

La capacidad de toma de decisiones. Ésta ha sido caracterizada como la habilidad para elegir entre alternativas vinculadas a determinados costes desconocidos de recompensa y castigo. Numerosos estudios han indicado que l"os niños entre 6 y 12 años de edad, realizan un mayor número de elecciones desventajosas que los adultos en el IGT -Iowa Gambling Task- (Crone & van der Molen, 2004; Crone, Vendel, & Van der Molen, 2003)". Durante el transcurso de la adolescencia los sujetos mejoran su actuación en esta tarea, es decir, adquieren la capacidad de reconocer las contingencias asociadas a sus elecciones y regularan su comportamiento conforme a estas. No obstante, "el nivel de adulto sería alcanzado entre los 18 y 22 años de edad (Hooper, Luciana, Conklin & Yarger, 2004)". Asimismo, en tareas en las cuales existe una señalización del coste de recompensa, los adolescentes (12-17) muestran un incremento en la actividad del núcleo acumbens en los casos en que la magnitud del refuerzo es elevada (Galvan, Hare, Parra, Penn, Voss, Glover, et al., 2006). Tales resultados indican que la mayor propensión a realizar conductas de riesgo durante la adolescencia, pueden residir en una mayor actividad de los circuitos límbico-estriados vinculados al sistema de recompensa. Asimismo, algunos autores han postulado que "los cambios en la actividad hormonal durante este periodo, podrían ser la causa de las variaciones en la actividad neural de tales regiones (Nelson, Leibenluft, McClure, & Pine, 2005)".

En conclusión, numerosas investigaciones han señalado que el refinamiento de las conexiones neuronales de las regiones frontales, parietales y el estriado, posibilitarían mejoras en la capacidad de memoria de trabajo, atención, control inhibitorio y toma de decisiones durante la niñez y la adolescencia. El desarrollo en dichos patrones de activación cortical, se caracterizan por "un cambio desde una activación difusa a una actividad focalizada y específica (Durston, Davidson, Tottenham, Galvan, Fossella & Casey, 2006)". "Dicho desarrollo avanza desde la actividad de regiones posteriores, hacia la integración de zonas corticales anteriores (Brown, Petersen & Schlaggar, 2006; Rubia et al, 2006)". Además, es importante mencionar que "los cambios en los patrones de actividad cortical variarían en función de la tarea, las edades que se examinan, y la región del cerebro de la que se trate (Brown, Lugar, Coalson, Miezin, Petersen & Schlaggar, 2005; Brown, Petersen & Schlaggar, 2006; Rubia et al., 2006; Scherf., Sweeney & Luna, 2006)".

Numerosos estudios han señalado la importancia del correcto desarrollo de los procesos de control cognitivo denominados funciones ejecutivas, para la correcta adaptación del individuo a su ambiente (Carlson y Moses, 2001; Rueda, Posner y Rothbart, 2005; McClelland, Cameron, Connor, Farris, Jewkes y Morrison, 2007; Brock, Rimm-Kaufman, Nathanson y Grimm, 2009). Tales procesos, estarían vinculados a la capacidad de ejecutar un comportamiento no estereotipado en respuesta a demandas específicas del ambiente (Garon, Bryson y Smith, 2008). Es decir, los procesos cognitivos implicados en el funcionamiento ejecutivo, permiten regular el comportamiento inhibiendo patrones de respuesta sobreaprendidas, modulando el pensamiento, el comportamiento y la afectividad, en pos de la solución de una situación problemática. Diversos autores han considerado como funciones ejecutivas a: la memoria de trabajo, el control de la atención e inhibitorio, la planificación, la flexibilidad cognitiva y la toma de decisiones, entre otros y han postulado que los procesos de control cognitivo implicados en las funciones ejecutivas, se caracterizan por la intervención de un sistema de supervisión de la atención, que regularía diferentes subprocesos vinculados al mismo

Por otro lado, Braddeley (1986), ha concebido un modelo de las funciones ejecutivas basado en la memoria de trabajo. Dicho modelo postula la existencia de un sistema ejecutivo central, el cual controlaría e integraría la información proveniente de dos subsistemas subordinados, denominados respectivamente, bucle articulatorio y agenda viso-espacial. El primero de éstos estaría encargado del almacenamiento transitorio de contenidos de carácter verbal y del ‘habla interna’. Por otro lado, el segundo subsistema sería el responsable de la creación y manipulación de imágenes visoespaciales. Desde otra perspectiva, otros investigadores han basado la identificación de los diferentes componentes de las funciones ejecutivas, en el "reconocimiento de las diversas redes neuronales activadas durante la realización de determinadas tareas consideradas ejecutivas (Aron, Behrens, Smith, Frank y Poldrack, 2007; Aron, Durston, Eagle, Logan, Stinear y Stuphorn, 2007)".

Finalmente, existe una tercera visión, en la cual se postula que "las funciones ejecutivas constituyen un constructo unitario, pero con componentes parcialmente disociables (Miyake, Friedman, Emerson, Witzki, Howerter y Wager, 2000)". Un ejemplo de tales modelos es el propuesto por Miyake et al (2000). Tales autores describieron tres componentes ejecutivos claramente diferenciados –aunque no totalmente independientes– que contribuían de manera diferencial al rendimiento en tareas de control ejecutivo. 

El conjunto de estos trabajos sirven para ampliar la comprensión de la combinación de estos constructos a lo largo del desarrollo y posibilita el diseño e implementación de estrategias didácticas específicas que, considerando los recursos cognitivos del sujeto, faciliten el correcto aprendizaje en los diferentes dominios de los currículos académicos.


Fuente de información: 
Artículo: Bases neurales del desarrollo de las funciones ejecutivas durante la infancia y adolescencia. Una revisión. Revista: Revista Chilena de Neuropsicología 2010 5(3). Autores: | Florencia Stelzer | Mauricio Alejandro Cervigni | Pablo Martino | ISSN impreso: 0718-0551 ISSN electrónico: 0718-4913
Resumen: http://www.redalyc.org/resumen.oa?id=179318868001
PDF: http://www.redalyc.org/pdf/1793/179318868001.pdf

jueves, 3 de octubre de 2013

Inteligencia Emocional, el nuevo reto educativo.





Daniel Goleman, es un psicólogo de gran fama mundial a raíz de la publicación de su libro Emotional Intelligence (en español Inteligencia emocional) en 1995. Goleman da una gran importancia a la conciencia emocional, ya que constituye una competencia personal que determina el modo en que el sujeto se relaciona consigo mismo, y a la vez está influida por el factor social.

La autoconciencia, es decir, llegar a combinar el pensamiento y las emociones, comienza en edades muy tempranas y parece que puede desarrollarse debido al poder de la imaginación, que permite experimentar estados emocionales ficticios o situarlos en personajes inventados, reuniendo gran cantidad de experiencia sobre lo emocional (Harris, 1992). Y el desarrollo y comprensión de las emociones en los niños es un proceso continuo y gradual de aprendizaje que va de las emociones simples a las más complejas. Los niños y adolescentes van cambiando sus estrategias para poder hacer frente a las distintas experiencias a través del control de las emociones, se enfrentan mejor a sus emociones a medida que va comprendiendo sus causas.

Para conseguir una adecuada educación emocional hay cierta unanimidad en que las cinco habilidades que conforman la inteligencia emocional- según Goleman (1995)- deben ser fomentadas y desarrolladas lo más intensamente posibles y desde la más temprana adolescencia (Brockert y Braun, 1997). Estas habilidades son:

-     Conciencia emocional: es decir, ser consciente de uno mismo, conocer la propia existencia y, sobre todo, el propio sentido de vida, lo que a su vez es fundamental para el autocontrol.

-     Autocontrol o regulación de las emociones: significa la capacidad para saber manejar ampliamente los propios sentimientos, los estados de ánimo, evitando caer en el nerviosismo y sabiendo permanecer tranquilo para poder afrontar los sentimientos de miedo y las situaciones de riesgo y para recuperarse rápidamente de los sentimiento negativos.

-    Motivación, que está muy unida a las emociones y surge del autocontrol, significa ser aplicado, ser consciente, perseverante, tener resistencia ante las frustraciones.

-    Empatía, o capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, significa comprender las emociones de los demás, entender lo que otras personas sienten, sentir con las otras personas.

-    Habilidad social: hace referencia a entenderse con los demás, orientarse hacia los otros, no ser un mero observador de los demás sino hacer algo en común con ellos, sentir alegría de estar entre la gente, colaborar, ayudar, pertenecer a un grupo.


La educación emocional surge como una respuesta educativa a una serie de necesidades que se dan en la sociedad actual: ansiedad, depresión, problemas de disciplina, violencia, drogadicción, trastornos de alimentación, etc (Álvarez et al., 2000). Investigaciones sobre esta temática han demostrado cómo el “anafabetismo emocional” tiene efectos muy negativos sobre las personas y sobre la sociedad (Goleman, 1995).

La importancia del control y la regulación de las emociones surge, también, de la necesidad que tiene el ser humano de no dejarse llevar por los impulsos emocionales, ya que lo contrario tendría consecuencias muy negativas tanto a nivel personal como social. Además, todas las personas necesitan sentirse seguras emocionalmente, es decir, tener sentimientos de bienestar y estabilidad emocional. El factor emocional se considera como un elemento muy importante en la prevención y/o desarrollo de algunas enfermedades: se está demostrando que emociones negativas como la ira, el miedo, el estrés, la depresión, etc. Tienen un efecto directo sobre la salud (Perea, 2002).

Para Shapiro (1997), el término inteligencia emocional se identifica con cualidades emocionales necesarias para el logro del éxito, entre las cuales se pueden incluir: la empatía, la expresión y la compresión de los sentimientos, el control del genio, la independencia, la capacidad de adaptación, la simpatía, la capacidad de resolver problemas en forma interpersonal, la persistencia, la concordialidad, la amabilidad y el respeto.

Cooper y Sawaf (1997) definen la inteligencia emocional como la aptitud para captar, entender y aplicar eficazmente la fuerza y la perspicacia de las emociones en tanto que fuente de energía humana, información de relaciones e influencias.

La inteligencia emocional se puede entender desde dos enfoques: capacidad cognitiva vinculada al ámbito de la inteligencia y la referida al ámbito de la personalidad como conjunto integrado de disposiciones o tendencias de comportamiento, tales como asertividad, optimismo, baja impulsividad, sociabilidad,…

Y, además, la inteligencia emocional según Cooper y Sawaf (1997) está integrada por cuatro elementos básicos:

  • La alfabetización emocional. Consiste en ser consciente de nuestras emociones, canalizar y transferir la energía emocional con un empuje que nos aporte lo que podría denominarse “pasión” creadora y solucionadora. En este aspecto, una de las ideas clave es la del “feed-back” emocional, que se expresa como la forma de gestionar nuestras emociones.
  • La agilidad emocional. Se manifiesta en una doble vertiente: a) ofrecer a los demás un grado de confianza que facilite las relaciones con otros y la comunicación empática al tener conciencia de los sentimientos y emociones; y b) obtener una capacidad de flexibilidad y renovación para solucionar problemas y hacer frente, de manera adecuada, a las necesidades.
  • La profundidad emocional. Este elemento está relacionado con la ética y moral personal. Todos tenemos motivaciones y reflexionamos sobre nuestras aspiraciones, es nuestro potencial e intención individual. Para alcanzarlo es necesario poner esfuerzo, responsabilidad y conciencia. Aquí es donde interviene la moral y la ética personal en las formas que tenemos habitualmente de actuar.
  • La alquimia emocional. Se manifiesta en una gran variedad de situaciones (ser capaz de aceptar el reto, trabajar con lucidez y atención, aplicar nuestra intuición a la creatividad y a lo imaginativo). Es lo que se conoce como “flujo intuitivo”, que hace que, a veces, seamos capaces de experimentar con más plenitud un punto determinado del tiempo y conectar con nuestros sentimientos de forma eficaz, agudizando nuestra intuición, nuestros instintos; nuestro empeño se pone al servicio de la innovación y nuestras emociones y pensamientos no quedan atrapados en el tiempo, sino que tienen una proyección.

Para finalizar, Gallego et al. (1999, pp. 28-29) destacan una amplia serie de habilidades que se encuentran en la teoría de la inteligencia emocional y las presentan agrupadas en tres ámbitos:


Habilidades emocionales


  • Reconocer los propios sentimientos: identificarlos, etiquetarlos y expresarlos.
  • Controlar los sentimientos y evaluar su intensidad.
  • Ser conscientes de si una decisión está determinada por los pensamientos o por los sentimientos.
  • Controlar las emociones, comprendiendo lo subyacente a su sentimiento.
  • Aprender formas de controlar los sentimientos.


Habilidades cognitivas


  • Comprender los sentimientos de los demás, respetar las diferencias individuales.
  • Saber leer e interpretar los indicadores sociales.
  • Asumir toda la responsabilidad de las propias decisiones y acciones.
  • Considerar las consecuencias de las distintas alternativas posibles.
  • Dividir en fases el proceso de toma de decisiones y de resolución de problemas.
  • Reconocer las propias debilidades y fortalezas.
  • Mantener una actitud positiva ante la vida con un fuerte componente afectivo.
  • Desarrollar esperanzas realistas de uno mismo.
  • Adiestrarse en la cooperación, la resolución de conflictos y la negociación de compromisos.
  • Saber distinguir entre las situaciones en que alguien es realmente hostil y aquéllas en las que la hostilidad proviene de uno mismo.
  • Ante una situación de conflicto, pararse a describir la situación y cómo se hace sentir, determinar las opciones de que se dispone para resolver el problema y cuáles serían sus posibles consecuencias, tomar una decisión y llevarlas a cabo.


Habilidades conductuales

  • Resistir las influencias negativas.
  • Escuchar a los demás.
  • Participar en grupos positivos de compañeros.
  • Responder eficazmente a la crítica.
  • Comunicarse con los demás a través de otros canales no verbales, gestos, tono de voz, expresión facial, etc.



Fuente de información:

IMPORTANCIA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL: UN NUEVO RETO PARA LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA 
María Luisa Dueñas Buey 
Universidad Nacional de Educación a Distancia 
MADRID 











jueves, 6 de junio de 2013

La capacidad de la resiliencia: control, cambio y compromiso.


Las tres "C" de la resiliencia:


  1. Control: "no depender de los demás".
  2. Cambios: "aceptar los cambios que ocurren en nuestra vida".
  3. Compromiso: "la vida implica comprometerse con algo".


Dos variables fundamentales de poder modulador o amortiguador son: 
el autoconcepto y el optimismo.





Fuente de información y vídeo: 

UNED, Universidad Nacional de Educación a Distancia. 
"La resiliencia: conceptos de psicología positiva"

viernes, 11 de enero de 2013

"RAGE Control" un videojuego que puede ayudar a adolescentes con problemas de ira.



Gracias a un estudio piloto del "Boston Children’s Hospital" chicos con graves problemas de ira puede ser ayudados a controlar su ira de la mejor manera, jugando. 







Jason Kahn, PhD, y José González-Heydrich, MD, del  Boston Children’s Hospital han desarrollado un videojuego llamado  "Control RAGE" que motiva a los niños a practicar habilidades de control emocional que les ayude posteriormente a superar situaciones difíciles en la vida.  

Estos dos investigadores se dieron cuenta de que los niños con problemas de control de ira a menudo mostraban  desinterés en la psicoterapia y, por el contrario, bastante interés con los videjuegos así que idearon la manera para que mientras los niños jugaban, éstos aprendieran a tener control y mantener la calma. Un monitor hace el seguimiento de su ritmo cardíaco mostrándolo en la pantalla del ordenador y cuando la frecuencia cardíaca sube por encima de un cierto nivel, los jugadores pierden su capacidad de disparar a las naves enemigas.


"Las conexiones entre los centros cerebrales del control ejecutivo y los centros emocionales son débiles en las personas con graves problemas de ira", explica González-Heydrich, jefe de psicofarmacología del Boston Children’s Hospital e investigador principal del estudio.  "Sin embargo, para tener éxito en el control de RAGE, los jugadores tienen que aprender a utilizar estos centros al mismo tiempo para ganar puntos."

El estudio, liderado por un primer autor, Peter Ducharme, un trabajador social clínico, compara dos grupos de niños ingresados en el hospital con problemas de ira de entre 9  y 17 años de edad. Para calificar el estudio, los niños tenían que tener un coeficiente intelectual normal y no tener la necesidad de un cambio de medicación durante un período de estudio de cinco días.

Un grupo, con 19 niños, recibieron tratamientos estándar, incluyendo la terapia cognitiva conductual, la presentación de las técnicas de relajación y entrenamiento en habilidades sociales durante cinco días hábiles consecutivos. El segundo grupo, con 18 niños que tenían estos mismos tratamientos pero que los últimos 15 minutos de su sesión de psicoterapia jugaban con Control RAGE.

Después de cinco sesiones, los jugadores de videojuegos fueron significativamente mejores para mantener su ritmo cardíaco. Ellos mostraron disminuciones clinicamente significativas en las puntuaciones de la ira en el "State Trait Anger Expression Inventory-Child and Adolescent (STAXI-CA)", y específicamente en:
  •  la intensidad de la ira en un momento particular
  •  la frecuencia de los sentimientos de enojo a través del tiempo
  •  expresión de ira hacia los demás y los objetos

Los jugadores también tuvieron una disminución de la ira internalizada o ira dirigida hacia sí mismos. "Los niños reportaron sentirse mejor en el control de sus emociones al enfrentarse día a día a las frustraciones de la unidad", dice Ducharme.  "Si bien este fue un estudio piloto, y aunque no se ha realizado un seguimiento a los niños después de haber sido dados de alta, pensamos que el juego le ayudará a controlar sus emociones en otros entornos."


Fuente de información:


Boston Children’s Hospital. 


martes, 12 de junio de 2012

El circuito de control cognitivo-emocional del adolescente.

Los correlatos neuronales del control cognitivo se desarrollan fundamentalmente de forma lineal de la infancia a la edad adulta, mientras que los correlatos de la motivación y la emoción tienen un patrón de desarrollo cambiable según las experiencias. Depende de las hormonas y éstas modifican el cerebro de forma distinta según la edad en que se realiza la exposición. Los datos sugieren una función importante de las hormonas en el procesamiento de las emociones y las relaciones sociales (Blaquemore, 2010), en la maduración del cerebro social.






Adolescente

En el cerebro adolescente la región emocional se activa mas.  

 
                                                                                    
Adulto
En contraste, en adultos la razón y el juicio se activan mayormente.





- Deborah Yerglund-Todd


Todo ser humano tiene dos formas de pensar y razonar: un componente analítico, deliberativo y un componente emotivo, intuitivo. Son dos diferentes modos del razonamiento que no sólo no son mutuamente exclusivos, sino que han de cooperar al mismo tiempo en la misma persona, integrados en el circuito de control afectivo-cognitivo. Sólo así se alcanza la madurez personal. Cada uno de ellos es predominante en diferentes etapas del desarrollo humano normal, que parte de la infancia, pasa por la adolescencia y continúa a lo largo de la vida adulta.

Durante tiempo se ha considerado que para que los adolescentes lleguen a ser "razonables" hay que enseñarles a razonar analítica y fríamente. Los estudios del equipo de Valerie Reyna (Reyna, 2008; Brainerd, 2008) les han permitido afirmar que en la infancia hay menos intuición, de la que se creía. Por el contrario predomina durante la infancia y adolescencia el razonamiento de repetición literal; es el enfoque analítico, que se basa en conocimientos de detalles recopilados mediante ejercicios rutinarios, y la memorización de hechos. El segundo estilo de razonamiento aparece más tarde con la madurez personal, se produce de forma inconsciente y depende sobre todo de la intuición que permite el entrar rápidamente al meollo de las cuestiones por despreciar los detalles que apartan del núcleo. Filtra lo esencial para poder tomar decisiones, a través de la propia experiencia, las emociones, y la concepción del mundo y la educación.

Esto explica la frecuencia de las conductas de riesgo de algunos adolescentes. Cuando una situación entraña riesgos para la salud o la vida las personas maduras no se ponen a deliberar sobre el grado de riesgo y la magnitud de los beneficios. Deciden con rapidez. En cambio, los adolescentes ante casos similares tardan más tiempo en llegar a la conclusión, y se enrolan en apuestas a la ruleta rusa, o conducir en dirección contraria, etc. Y esto no porque se consideren invulnerables, sino porque no tienen ajustados los sistemas de recompensa y por ello al tomar decisiones tienden a conceder más peso a los beneficios que a los riesgos.

Es lo que han puesto de manifiesto los estudios neurobiológicos:

a) durante la pubertad hay una gran respuesta emocional (Silk, 2009);

b) la capacidad de dilatar la gratificación a favor de una recompensa a largo plazo es la clave del desarrollo del comportamiento (Steinberg, 2009) y en la adolescencia existe una mayor susceptibilidad a la tentación de buscar recompensa inmediata;

c) una gran influencia de la motivación en el conocimiento (Somerville, 2010).

Estas características del comportamiento tienen como correlato neural circuitos del área del estriado ventral, del complejo amigdalino (Ernst, 2005 y 2006) del sistema límbico; y están regulados por la corteza prefrontal (Hare, 2005 y 2008). Múltiples estudios ponen en evidencia que ambas áreas del sistema límbico, además del hipotálamo e hipocampo, son moduladas por las hormonas gonadales (Cooke, 2005; Mueller, 2009).

Este pobre control cognitivo en la adolescencia coincide precisamente con el momento en que se producen las elecciones menos acertadas como sexualidad precoz y dependencia de drogas (Case, 2008; Eaton, 2008; Spear, 2000; Windle, 2008). Y tales experiencias tempranas atípicas inciden en el normal desarrollo funcional de los circuitos funcionales, conduciendo a un trastorno del equilibrio de maduración del cerebro. Justamente en esta etapa de la vida a medida que se va desarrollando la corteza cerebral, las experiencias de vida fortalecen las conexiones funcionales con la corteza y suponen un mecanismo de regulación hacia el sistema límbico (Hare, 2008).

En conclusión, el comportamiento del adolescente puede ser visto como una inestabilidad, una falta de equilibrio entre la maduración de las áreas subcorticales límbicas, sensibles a las hormonas, y la maduración de la corteza frontal que regula y controla las respuestas emocionales, de forma dependiente de la edad.

El desarrollo del circuito de control cognitivo-emocional cambia, o se refuerza, con el impacto de las experiencias relativas a diferentes personas y situaciones y que indudablemente contribuyen a cómo cada uno estabiliza su cerebro social.


 Por: Aránzazu Ibáñez


 Fuente de información:
Natalia López Moratalla
Neurobiología de la Adolescencia. El control del Circuito Afectivo-Cognitivo.
CLÍNICA Y ANÁLISIS GRUPAL Nº1 ENERO/ JULIO