domingo, 2 de septiembre de 2018

El desarrollo de la atención en la infancia y la adolescencia



A medida que la persona se desarrolla en su período vital, adquiere una mayor precisión y rapidez en su ejecución, a la vez que su procesamiento de la información se vuelve cada vez más complejo. 




Además, con la práctica, algunos de los procesos que en principio eran controlados, se van automatizando poco a poco. Estos cambios se deben al desarrollo de los distintos subcomponentes atencionales y, por extensión, de las funciones ejecutivas y también de la memoria.


El desarrollo de la capacidad atencional depende del funcionamiento tanto del lóbulo frontal como de los cambios que se producen en la coordinación de estas estructuras con otras más alejadas en el cerebro. Para Luria (1969; 1975) el lóbulo frontal tiene un papel fundamental en el control voluntario de la atención. Durante el desarrollo ontogenético y filogenético del sistema nervioso central se produce una progresiva corticalización de la atención, que culmina con el desarrollo del lóbulo frontal.

Durante la infancia, y a lo largo del proceso madurativo, ciertos procesos atencionales pasan de ser involuntarios a ser controlados, mientras que otros suceden a la inversa. Inicialmente, el niño es dependiente del medio y atiende de acuerdo con las características del estímulo y progresivamente va adquiriendo control voluntario sobre su atención, de forma que la atención adulta refleja la plena capacidad de seleccionar el estímulo al cual uno desea atender y permite inhibir los estímulos circundantes irrelevantes para la acción en curso.

  • En los primeros cuatro meses de vida, la atención parece guiarse más por estímulos con alto contraste claro-oscuro, con un bajo número de bordes y que esté en movimiento (Salapatek y Kessen, 1966; Taylor, 1980). 
  • Más tarde, cobra un papel importante la presencia de novedad en los estímulos a atender, y se atiende menos, o con menos intensidad a estímulos habituales o repetitivos (Wetherford y Cohen, 1973). 
  • Aproximadamente a los cuatro años de edad, el niño es capaz de rastrear su entorno de forma activa, siendo cada vez menos guiado por la saliencia de los estímulos. Parece que esta función de atención selectiva alcanza su máxima consolidación hacia la edad de 5-6 años (Halperin, 1996).
  • Respecto a la capacidad para sostener la atención en el tiempo, diversos estudios sugieren que su desarrollo no culmina durante la infancia, sino que continúa durante la adolescencia (Seidel y Joschko, 1990; McKay, Halperin, Schwartz, y Sharma, 1994).
  • En relación a la capacidad para organizar respuestas motoras, propuestas como la última fase del procesamiento, e incluso considerada más “ejecutiva” que atencional, ésta parece caracterizarse por alcanzar su máximo desarrollo hacia la mediana infancia. En este sentido, es necesario volver a señalar que el desarrollo ontogenético de la corteza prefrontal tiene un papel primordial en la adquisición de los procesos de orden superior entre el último tramo de la infancia y el inicio de la adolescencia. 
  • En concreto, la mielinización de las conexiones de la corteza prefrontal es la última en producirse y la última en madurar; tanto en relación al número y tamaño de sus células, como al número de espinas dendríticas de sus neuronas. Este desarrollo tardío explica la lenta maduración de las funciones cognitivas que sustenta.  Algunos autores han mostrado cómo las estructuras frontales en las que parecen apoyarse los procesos atencionales más complejos continúa su desarrollo incluso hasta aproximadamente los 30 años de edad (Sowell, Thompson, Holmes, Jernigan y Toga, 1999).




Fuente:
Ríos Lago, M.,Adrover-Roig, D., de Noreña Martínez, D., Rodríguez Sánchez, J.M. Atención. Neurociencia Cognitiva. UNED. Sanz y Torres 2014




Los lóbulos frontales y la atención


La región prefrontal es la que muestra un mayor número de conexiones con otras áreas del cerebro (Goldman-Rackic, 1998)








  • Recibe fibras aferentes del troncoencéfalo, del hipotálamo, del sistema límbico (amígdala e hipocampo), del tálamo (núcleos anterior y medio-dorsal) y otras zonas. 
    • Las conexiones de la corteza prefrontal con el tronco, el hipotálamo y el sistema límbico le aportan información sobre el estado interno del organismo.
    • Los inputs del hipocampo a la corteza prefrontal son esenciales para la formación de las memorias motoras. 
    • Los inputs de las regiones posteriores de la corteza están implicadas en integración sensoriomotora de alto nivel. 

  • Las conexiones de la corteza prefrontal con estas áreas son bidireccionales (Fuster, 1999), por el que resulta necesario conocer qué papel tiene en el procesamiento atencionalHay un gran consenso en cuanto a que la atención ejerce su influencia “amplificadora” durante las fases tempranas del procesamiento de la información, a nivel de las diferentes áreas sensoriales. No obstante, los efectos moduladores de la atención no terminan en el nivel de las áreas corticales sensoriales, sino que las áreas asociativas resultan especialmente implicadas cuando los sujetos deben atender para actuar correctamente o cuando el nivel de procesamiento de la información es más profundo. Las evidencias indican que la corteza prefrontal podría ser responsable de la modulación (activación/inhibición) de otras regiones distales en virtud de las demandas de la tarea. Existen, al menos, dos importantes redes cerebrales responsables del control voluntario e involuntario de la atención, respectivamente:
    • una red frontoparietal dorsal, responsable de la orientación espacial de la atención, 
    • otra frontoparietal ventral, responsable de la orientación automática ante estímulos y tareas novedosas. 
    • Además, una red predominantemente subcortical, que incluye el tálamo, el estriado y el cíngulo anterior. 
    • La parte cortical de esta red incluiría las regiones prefrontales derechas (dorsal y ventral), la corteza parietal inferior y la corteza medial temporal.

  • Las redes mencionadas interactúan, de modo que el “reclutamiento” de un tipo de proceso atencional en un momento dado podría influir en la eficiencia de otro mediante el solapamiento de sus respectivos sustratos neuronales. De este modo, la atención sostenida podría modular la atención selectiva por medio de una red neuronal común localizada en áreas parietales y frontales derechas. 

  • Determinadas operaciones atencionales se han explicado en términos de desactivación. La desactivación normal de una determinada región suele ser compensada con el aumento de actividad en otras, relacionadas éstas con el procesamiento controlado de la atención. Algunos estudios han referido el tálamo y regiones frontales y parietales como áreas que disminuyen su activación a medida que aumenta el tiempo de ejecución de la tarea, paralelamente al aumento de actividad en la circunvolución frontal inferior derecha y en la circunvolución intraparietal.

  • Desde el punto de vista filogenético, la relación del cíngulo anterior con el control atencional de alto nivel puede resultar paradójica, ya que esta estructura es muy antigua. Sin embargo, existe un tipo de célula en la capa V de la corteza cingulada y de la ínsula que según su correlación de volumen de la región y el cociente de encefalización sugiere que dicha estructura participa de forma activa en los procesos cognitivos superiores.

Fuente:
Ríos Lago, M.,Adrover-Roig, D., de Noreña Martínez, D., Rodríguez Sánchez, J.M. Atención. Neurociencia Cognitiva. UNED. Sanz y Torres 2014




Maduración de los lóbulos frontales y desarrollo de procesos cognitivos




Maduración de los lóbulos frontales y desarrollo de procesos cognitivos (Jurado y Verger, 1996)

  • 6 meses:


Primer concepto de causalidad.
Conciencia del estado interno.
Asociación de estados emocionales con estímulos externos.

  • 6-8 meses:


Atención selectiva.
Percepción de contingencias temporales.
Regulación de estados emocionales.
Permanencia de objeto piagetiana.

  • 2 años:


Conducta intencional (planificación).
Expresiones faciales y activación frontal.
Máximo crecimiento de las conexiones frontales.

  • 4-8 años:


Incremento de la mielinización frontal.

  • 8-10 años:


Desarrollo de la atención “frontal”.
Capacidad de inhibición de estímulos.

  • 10-12 años:


Incremento de la mielinización frontal.
Patrón de ejecución del WCST similar al de los adultos.

  • 13-15 años:


Ejecución al nivel adulto de: Torre de Hanoi, tareas de memoria, etc.