domingo, 3 de abril de 2016

Cerebro y emociones.

Inside Out, 2015. Pixar, Disney.
"Las emociones determinan lo que somos, y destacan lo que deseamos y lo que no deseamos ser. Los neurocientíficos han empezado a examinar cómo el cerebro le da forma a las experiencias y recuerdos para generar el amplio y variado repertorio de las emociones humanas."





Una de las áreas cerebrales más importantes que puede ser afectada por 
la emoción y el estrés es el hipocampo. 

Fuente: es.wikipedia.org



Este desempeña un papel primordial en el aprendizaje y en la memoria. El hipocampo tiene una gran concentración de receptores de glucocorticoides, que son las llamadas “hormonas del estrés”; y también tiene receptores de mineralocorticoides que contienen una enzima que metaboliza el cortisol. El hipocampo modula la liberación de glucocorticoides por medio de su efecto inhibitorio sobre el eje talamohipófisis-adrenal. 

Fuente: recursos.cnice.mec.es


Estos hallazgos señalan que "el hipocampo es una pieza clave para integrar la respuesta cognitiva, neurohormonal y neuroquímica a la emoción y al estrés."







El estrés continuo y las experiencias tempranas adversas
 ¿pueden enfermarnos física y mentalmente?

La creencia de que la mente desempeña un papel importante en la enfermedad física se remonta a las épocas más remotas de la medicina. Las sustancias químicas producidas por las células inmunes envían señales al cerebro, el cual a su vez, envía señales para actuar sobre el sistema inmune; es decir que estas sustancias químicas influyen sobre el comportamiento y la conducta de las personas. Cualquier interrupción o anormalidad en esta red de intercomunicación (por los fármacos, las sustancias tóxicas, el estrés, etc.) altera la homeostasis entre estos sistemas y aparecen procesos infecciosos, inflamatorios y autoinmunes, trastornos afectivos, síndrome de fatiga crónica y otros. El sistema inmunológico responde automáticamente a los patógenos y a las moléculas extrañas. Generalmente se considera al cerebro como el centro de mando que recibe y envía señales eléctricas bajo ciertos patrones. En contraste, el sistema inmune está descentralizado, y los diferentes órganos que lo componen (bazo, médula ósea, timo y ganglios linfáticos) están diseminados por todo el organismo. Este sistema inmune interviene vía torrente sanguíneo para proteger al organismo de los patógenos que pueden producir diferentes enfermedades. Sin embargo, el sistema nervioso central y el sistema inmune son más similares que diferentes, sobre todo en su manera de recibir, reconocer e integrar las señales del ambiente exterior. Ambos sistemas tienen elementos sensoriales que reciben información del exterior y de otras partes del organismo, así como elementos motores que producen la respuesta apropiada.



El cerebro tiene capacidad para crear nuevas memorias y adaptarse a ciertos fenómenos adversos, como la enfermedad. 

Esta plasticidad es la que le permite crear nuevas conexiones y perder otras. El equilibrio bioquímico del cerebro nos predispone a reaccionar en formas variables a los diversos acontecimientos externos, de acuerdo con la estructura biológica disponible. El cerebro y el sistema inmune tienen una intercomunicación vital que también incluye al sistema neuroendocrino, aunque el sistema inmune continúa siendo un misterio. La comunicación entre estas tres vías es a nivel de moléculas químicas. Intervienen también los neurotransmisores producidos por el cerebro, las hormonas producidas por el sistema endocrino y unas sustancias químicas llamadas citocinas, producidas por el sistema inmune. 


Fuente fotografía: CIRCUITO ALEPH

Las citocinas son un grupo de proteínas, 
también llamadas hormonas del sistema inmune.

Son secretadas por varias células que actúan como señales entre unas y otras células para regular la respuesta inmune a una lesión o a una infección. Su interacción fisiológica mantiene la homeostasis para conservar la salud física y, probablemente, la mental, pues su interacción patológica puede desencadenar una variedad de enfermedades: alergias, infecciones y, tal vez, trastornos mentales.


Las citocinas se han relacionado con varias actividades cerebrales incluyendo las actividades inmunológicas, neuroquímicas, neuroendocrinas y conductuales. Sus efectos neuroquímicos son, entre otros, el incremento de los metabolitos de la serotonina y norepinefrina. Sus efectos conductuales son específicamente adaptativos y pueden interpretarse como un mecanismo para mantener la homeostasis: aumentar el sueño, la somnolencia, la fatiga, disminuir el apetito y el deseo sexual. Actualmente los científicos suponen que cuando este sistema molecular sufre cierto desequilibrio, puede llegar a inducir una enfermedad inflamatoria, como la artritis reumatoide, o un trastorno mental, como la depresión.



El cortisol también es un potente anti-inflamatorio e inmunoregulador.

De es.slideshare.net

El cortisol evita que el sistema inmunológico reaccione excesivamente ante algún evento adverso y dañe células y tejidos sanos. Una vez puesto en la circulación, el cortisol inhibe la secreción la hormona liberadora de la corticotrofina (HCL) por el hipotálamo mediante el mecanismo de retroalimentación. La sobreproducción o la subproducción de cortisol puede traer consecuencias desastrosas, es decir, puede causar la hiperactividad o la hipoactividad del sistema inmune, respectivamente. Las neuronas hipotalámicas que producen HLC también llegan a otras estructuras cerebrales, como el locus coeruleus y la amígdala, que controlan las conductas relacionadas con el miedo. De esta forma, la HLC y el cortisol vinculan la respuesta inmune del organismo y la regulación cerebral de la respuesta al estrés.


"Cada ser humano tiene su propio nivel de respuesta al estrés, que está, probablemente, predeterminado genéticamente. La combinación de los genes con las experiencias tempranas puede regular la respuesta individual al estrés." 


Fuente de información:

Heinze, Gerardo, Mente-cerebro: sus señales y su repercusión en el sistema inmunológico Salud Mental, vol. 24, núm. 1, febrero, 2001, pp. 3-9 Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz Distrito Federal, México.
Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58212402 
ISSN: 0185-3325 



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