La adolescencia ha sido considerada desde antiguo como
una etapa de crecimiento emocional. Aristóteles describió a los jóvenes como seres
"apasionados, irascibles, y propensos a dejarse llevar por sus
impulsos" (citado por Fox, 1977). G. Stanley Hall escribió que "es un
impulso natural propio de los adolescentes el experimentar estados vehementes y
ardientes" (1904, Vol. 2, pág. 74-75). Descripciones similares de la
veleidad o emotividad adolescente han sido formuladas por psicólogos sociales (Becker,
1964; Lewin, 1938), antropólogos (Benedict, 1938; Mead, 1928), psicoanalistas
(Blos, 1961; Freud, 1937), novelistas (Spacks, 1981), y profesionales de la
educación en las etapas elemental y de bachillerato (Eichhom, 1980). Laypersons
(en una entrevista que le hicieron), Hess and Coldblatt (1957) y Musgrove
(1963) también emplearon términos tales como "repulsivo",
"inestable," y "violento" para describir al "arquetipo
adolescente".
La hipótesis subyacente es que los adolescentes,
probablemente a causa de los cambios fisiológicos, psicológicos y sociales que
sufren en este periodo de edad, experimentan situaciones emocionales más
extremas, sujetas a cambios más rápidos y que resultan menos predecibles que
las experimentadas en las fases anteriores o posteriores de su desarrollo.
Para evaluar la hipótesis de si los adolescentes son
emocionalmente menos estables que los preadolescentes, en un estudio se examinó
los informes de un muestreo temporal realizado sobre menores cuyas edades
estaban comprendidas entre los 9 y 15 años, en donde estos describían los
estados emocionales experimentados en su vida diaria.
El grado de oportunidad para esta investigación era de
tipo fenomenológico; estaban interesados en conocer la gama de estados
emocionales que, en cada momento, niños y adolescentes, se atribuyen a sí
mismos desde su "propia esfera consciente" (Harris & Olthos 1982).
Debe diferenciarse la hipótesis de la emotividad
adolescente de la más amplia que afirma que la adolescencia es un periodo de
inquietud o de "turbulencia y estrés," un punto de vista que hace ya
tiempo que no goza de general aceptación (Adelsen, 1979; Petersen, 1988;
Strober, 1986).
La teoría de la confusión afirma que la emotividad forma parte integrante del normal y hasta deseable
desorden y cambio en la personalidad, característicos de la condición
adolescente (Blos, 1961; Freud, 1937).
Los descubrimientos fruto de la investigación,
no obstante, dejan claro que esta clase de perturbación no es normativa ni
deseable. La gran mayoría de adolescentes manifiestan hacia su vida,
sentimientos globalmente felices (Offer, Ostrov, & Howard, 1981). Los tipos
de desórdenes psíquicos experimentados durante la adolescencia no son mayores
que los sufridos en posteriores etapas de la vida (Rutter, Graham, Chadwick,
& Yule, 1976), y el adolescente arquetipo no experimenta una ruptura en sus
relaciones familiares (Hill & Holmbeek, 1986; Montemayor, 1986). Además, en
los supuestos de confusión, la misma está asociada al hecho de haber empleado
los peores ajustes en lugar de los que resultarían más adecuados a largo plazo
(Dusek & Flaherty, 1981; Kohlberg, LaCrosse, & Ricks, 1974; Offer &
Offer, 1975).
La general inexistencia de un estado de confusión
entre la mayoría de quinceañeros, sin embargo,
no refuta la teoría más específica según la cual los adolescentes son criaturas
emocionales. Sigue vigente la posibilidad de considerar como elemento normativo
propio de la experiencia adolescente la presencia de impulsos emocionales
variados - incluyendo estados emocionales extremos tanto positivos como
negativos (Sharp, 1980).
La investigación proporciona algunos indicios de que
los adolescentes experimentan emociones más intensas en su vida cotidiana que
los adultos. Larson, Csikszentrnihalyi y Graef (1980) recogieron datos de campo
sobre las experiencias emocionales diarias. Emplearon localizadores
electrónicos para indicar a los adolescentes y adultos elegidos que diesen cuenta de las
experiencias subjetivas que sentían en diferentes momentos del día elegidos al
azar. Encontraron que los estados de humor presentados por la muestra de
estudiantes de bachillerato tenía un nivel de desviación superior al de la
muestra de adultos. Los estados de humor medios de ambos grupos eran similares,
lo que indica que la base de sus estados emocionales era parecida; no obstante,
los adolescentes manifestaron extremos en un mayor número de ocasiones, tanto
positivos como negativos.
Unos cuestionarios aportaban una evidencia adicional.
Mostraban cómo los adolescentes y los adultos más jóvenes manifestaban
emociones más extremas que los adultos de mayor edad. Los jóvenes estudiados
por Diener, Sandvik, and Larsen (1985), con edades comprendidas entre los 16 y
los 19 años, obtuvieron puntuaciones superiores en "intensidad
afectiva" que los sujetos de mayor edad de las mismas familias.
La teoría de la emotividad predice un incremento en la varianza estadística de los
estados de humor presentados en cada momento durante este periodo de edad.
En conclusión, fueron varios los hallazgos descubiertos
que sugieren que el comienzo de la adolescencia no implica diferencias
apreciables en la variación de los estados emocionales experimentados en la
vida diaria.
En momentos elegidos al azar por espacio de una
semana, los participantes en el estudio informaron sobre sus estados de humor
cuando así les fue solicitado. En relación con los informes sobre la variación
individual de los estados de humor de los chicos, no hubo tendencias
significativas dentro del grupo de edades comprendidas entre los 9 y los 15
años.
Entre las chicas hubo una ligera y marginal diferencia
por edades en relación con estas desviaciones estándar, previsible a la vista
de las tendencias lineales por edad de tipo positivo que fueron encontradas
respecto de dos elementos (que relacionaban el estado de humor con el afecto).
Ni chicos ni chicas mostraron un incremento en la frecuencia de los estados
extremos, positivos o negativos.
Semejantes hallazgos desafían la hipótesis de que la
adolescencia es una etapa de enorme aumento de la emotividad.
Al mismo tiempo los datos no sugieren que tenga lugar
una disminución de la emotividad proporcional a la edad; no muestran que entre
la adolescencia y la edad adulta/madurez se produzca un declive de la
volubilidad emocional, que algunos estudios habían encontrado.
La adolescencia, entonces, puede ser un periodo
estacionario durante el cual la responsabilidad emocional de la niñez es
sostenida y manifestada sin pasar por el prisma de la experiencia quinceañera,
más sofisticado y similar al de los adultos.
Por último, es importante tomar en consideración cómo
estos cambios guardan relación y pueden ser modificados por los diferentes
niveles de desarrollo en el conocimiento de las emociones y la adquisición
individual de estrategias para controlarlas y regularlas.
Por: Aránzazu Ibáñez
Por: Aránzazu Ibáñez
Estados Emocionales Cotidianos manifestados por niños y adolescentes. Por Reed Larso , University of Illinois at Urbana-Champaign
and Hospital Michael Reese y Claudia Lampman-Petraitis, Universidad de
Loyola de Chicago. Traducido al español
por Emilia Clara Argullós
http://www.inteligencia-emocional.org/aplicaciones_practicas/estados_emocionales_cotidianos_investigacion.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.