Uno de
los primeros indicios sobre la lateralización de las emociones procedió de
observaciones clínicas en pacientes con lesiones unilaterales en uno u otro
hemisferio.
Goldstein
describió los síntomas de ansiedad, agitación y tristeza asociados a cuadros
depresivos, que presentaban con frecuencia los pacientes con lesiones en el
hemisferio izquierdo. Estas observaciones se complementaron con otras sobre el
hemisferio derecho en el que se apreciaba un cuadro opuesto de indiferencia y
despreocupación, acompañado frecuentemente de un estado de ánimo eufórico.
Interpretaciones
alternativas a estas observaciones derivaron en las dos principales hipótesis
actuales en pugna sobre la lateralización hemisférica del procesamiento
emocional:
- La hipótesis de la dominancia del hemisferio derecho, que postula
que éste está especializado de forma general en el procesamiento emocional,
tanto de valencia positiva como negativa.
Hay que destacar además que existen numerosas evidencias que apoyan la idea de una superioridad del
hemisferio derecho en el procesamiento emocional, que incluye tanto la
comprensión de las emociones como la expresión emocional. Parece que hay una
clara especialización del hemisferio derecho tanto en el reconocimiento del
significado emocional de las expresiones faciales como en el de la prosodia o
entonación que se usa al hablar. Se ha postulado la existencia en el hemisferio
derecho de mecanismos que permiten descodificar la información emocional y otorgarle
significado, a lo que ha denominado repertorio afectivo no-verbal, de un modo
similar a los que existen en el hemisferio izquierdo para el procesamiento
lingüístico.
En
cuanto a la producción de expresiones faciales emocionales, hay también
numerosos datos que apuntan a que el lado izquierdo de la cara es más expresivo
que el derecho, lo que sugiere que el hemisferio derecho es superior en el
control de los músculos faciales responsables de la expresión emocional.
- La hipótesis de la valencia, según la cual cada uno de los hemisferios está especializado en el procesamiento de valencias emocionales distintas, con una dominancia del hemisferio izquierdo en el de emociones positivas y del hemisferio derecho en el de emociones negativas.
Según esta hipótesis, la experiencia emocional estaría mediada por redes
modulares distribuidas anatómicamente, compuestas de tres módulos principales:
uno que determina la valencia, otro que controla los niveles de activación y un
tercero que media las respuestas motoras, activando conductas de aproximación o
de evitación. Estos tres módulos estarían lateralizados.
Recomiendo
lectura:
Juan Pedro Sánchez-Navarro y Francisco Román
Anales de psicología 2004, vol. 20, nº 2 (diciembre),
223-240
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