El
procesamiento cerebral de las emociones implica en gran parte procesos
implícitos que se producen sin necesidad de que el sujeto sea consciente. Estos
procesos están mediados por estructuras subcorticales del sistema límbico,
principalmente, la amígdala.
La
amígdala es un voluminoso complejo de núcleos situado ventralmente al claustro.
El claustro es una delgada y extensa lámina que se extiende en la profundidad
del lóbulo de la ínsula.
La amígdala tiene forma de almendra y se sitúa por delante del
hipocampo y del cuerno temporal del ventrículo lateral. En la amígdala se
identifican tres grupos de núcleos: central, corticomedial y basolateral.
Está
implicada en una amplia gama de funciones emocionales (conductas sexuales, el
miedo y conductas aversivas) y aspectos relacionados con estas funciones del
aprendizaje, la motivación y la memoria. Además, participa en diversas funciones
cognitivas (atención, percepción, memoria explícita) para lo cual actúa también
en el procesamiento del significado emocional de los estímulos sensoriales. Estos
papeles guardan relación con las densas conexiones que establece la amígdala a
través de la estría terminal y la vía amigdalofuga ventral con el telencéfalo
basal y las estructuras olfatorias, el hipotálamo y el tronco del encéfalo, los
núcleos de la línea media y dorsomediano y con amplias regiones corticales
(corteza frontal, cingular, temporal e insular) y, la formación hipocámpica.
El
paradigma experimental utilizado para el estudio de la amígdala es el del miedo
condicionado. El aprendizaje del miedo condicionado tiene un alto valor
adaptativo porque previene de un peligro y activa los mecanismos de alarma para
hacerle frente. Las reacciones al estímulo condicionado de miedo son similares
a las de un estímulo peligroso natural: Conductas de defensa (paralización y
aumento de reflejos), activación del sistema autónomo (incremento del ritmo
cardíaco y la presión sanguínea) y liberación de hormonas del estrés en el eje
hipofisiario-adrenal. Esto indica que la amígdala está implicada en la
asignación de un significado emocional negativo como el miedo a estímulos
inicialmente neutros. Un
aspecto importante de este aprendizaje emocional es que no requiere la
participación de la neocorteza, ya que depende de una vía subcortical que
transmite información sensorial directamente desde el tálamo a la amígdala.
Las
investigaciones han demostrado que la amígdala participa en el
condicionamiento del miedo en humanos. Pero además, han aportado información
importante sobre el tipo de aprendizaje emocional que realiza, poniendo de manifiesto
que es de carácter implícito, es decir, en el que no interviene la consciencia. Al
participar en el aprendizaje del miedo, la amígdala es una estructura
fundamental para la formación de memorias emocionales. Lo relevante en este
sentido es que son memorias implícitas, no declarativas, que actúan de una
forma automática sin que se tenga consciencia de ello. Estas memorias
emocionales implícitas pueden explicar el hecho frecuente en los humanos de
sentir miedo en situaciones concretas sin saber porqué está producido.
Mientras
que la amígdala está implicada en la memoria emocional implícita, el hipocampo
es la estructura clave para la formación de las memorias declarativas o
explícitas (recuerdo consciente de acontecimientos). Es un hecho constatado que
los recuerdos de situaciones emocionales son mucho más fuertes y resisten más
el olvido que los de acontecimientos que no han tenido importancia para el
sujeto. Esto es así porque, aunque no participa directamente en la memoria declarativa,
la amígdala modula la actividad del hipocampo. En situaciones emocionales, la
amígdala incrementa la activación del cerebro y este incremento afecta al
hipocampo, facilitando la consolidación de los recuerdos emocionales
explícitos. Este
papel modulador de la amígdala recibe apoyo de los estudios de neuroimagen
funcional en humanos donde se muestra que la actividad de la amígdala durante
la presentación de estímulos emocionales correlaciona con el recuerdo explícito
posterior de esos estímulos.
Para
finalizar, destacar que la amígdala participa no solo en la identificación de
expresiones faciales emocionales sino también en expresiones negativas como la
rabia y tristeza; y en expresiones positivas como las de alegría (Sergerie y
cols, 2008).
Lectura
recomendada:
Neurosci Biobehav Rev. 2008;32(4):811-30.
doi: 10.1016/j.neubiorev.2007.12.002. Epub 2008 Jan 17.
The role of the amygdala in emotional processing: a quantitative
meta-analysis of functional neuroimaging studies.
Sergerie K, Chochol C, Armony JL
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