En las últimas décadas se está produciendo una homogeneización en toda Europa en el modo de consumir alcohol por parte de los jóvenes, siendo cada vez más frecuente la ingesta temprana de cantidades elevadas de alcohol, realizada durante pocas horas, principalmente en momentos de ocio de fin de semana, con algún grado de pérdida de control y con períodos de abstinencia entre episodios (Anderson y Baumberg, 2006; Bloomfield, Stockwell, Gmel y Rehm, 2003; Calafat, 2007; Cortés, Espejo y Giménez, 2007, 2008; Espada, Méndez e Hidalgo, 2000; Farke y Anderson, 2007; Institute of Alcohol Studies, 2007; Kuntsche, Rehm y Gmel, 2004; OED, 2007). Para un considerable sector de la juventud, el beber se ha convertido en una búsqueda rápida del fin último de la embriaguez.
Este patrón de consumo ha sido denominado en la literatura anglosajona binge drinking. Concretamente, uno de cada seis adolescentes de 15 a 16 años (18%) afirman haber incurrido en un episodio de consumo intensivo (CI), atracón o binge drinking tres o más veces durante el último mes, porcentaje que se incrementa entre jóvenes de 24 años (de ellos un 22% lo realizan una vez por semana) (Anderson y Baumberg, 2006; Hibell, et al., 2007).
Datos similares se obtienen al evaluar a estudiantes españoles de enseñanzas secundarias de 14 a 18 años (OED, 2009). En este caso se observa una estabilización desde 1994 en el número de consumidores, aunque estos realizan consumos de mayores cantidades de alcohol, tal como lo demuestra el incremento del porcentaje de borracheras registradas (un 49.6% manifiesta haberse emborrachado en los últimos 30 días en 2008 frente a un 21.7% en 1994).
En cuanto al indicador de consumos en atracón, el 41.4% de los estudiantes que habían consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días (38.3% chicas y 44.7% chicos) había ingerido al menos una vez durante ese período 5 ó más consumiciones y el 15.2% lo había hecho más de 4 veces durante el último mes.
Son varios los estudios que revelan que el consumo intensivo (CI) de alcohol durante la adolescencia puede
- alterar el desarrollo del cerebro en proceso de maduración, repercutiendo tanto a nivel psicológico como comportamental (Spear, 2002; Tapert, 2007; Winters, 2004).
- Además, las alteraciones estructurales producidas en diferentes áreas, como el hipocampo o los lóbulos frontales permiten entender la presencia frecuente de lagunas de memoria, el enlentecimiento en el procesamiento de la información o la mayor dificultad que muestran estos jóvenes para fijar su atención en tareas concretas (Brown, Tapert, Granholm y Delis, 2000; Cadaveira, 2009; DeBellis et al., 2000).
- Puede decirse que el CI de alcohol interfiere en el desarrollo de capacidades básicas y esenciales que se adquieren durante esta etapa: el pensamiento abstracto, la lógica preposicional (capacidad para formar hipótesis y considerar posibles soluciones) y la metacognición (la capacidad de percibir y analizar los propios procesos de pensamiento).
- Todas estas capacidades son esenciales para el logro de objetivos propios de esta etapa como la planificación del futuro profesional o la consolidación de un grupo de referencia reforzante a medio y largo plazo (Fernández, Calafat y Juan, 2004).
- A todo ello hay que unir la frecuente asociación que se establece entre este tipo de consumo y accidentes de tráfico, conflictos de trabajo, enfermedades de transmisión sexual, actividades de riesgo, infracciones, problemas con la policía, peleas, urgencias médicas e ingresos hospitalarios, entre otros (Anderson y Baumberg, 2006; Brown y D’Amico, 2000; Farke y Anderson, 2007; Navarrete, 2004; OED, 2009; O’Malley, Johnston, y Bachman, 1998; Rodríguez-Martos, 2007; Room, Babor y Rehm, 2005; Wechsler, Davenport, Dowdall, Moeykens y Castillo, 1994; WHO, 2007).
En cuanto a los efectos que los jóvenes esperan obtener por realizar un consumo de este tipo destacan principalmente,
- las sensaciones agradables propias de un consumo moderado de alcohol, lo que no se corresponde con la realidad de su ingesta.El efecto más esperado, independientemente de la edad, es obtener un cambio en la relación con los demás -sentirse más hablador- y un estado de ánimo más alto -estar eufórico-.
- Por su parte, los adolescentes creen en mayor medida que el consumo de alcohol les permitirá: sentirse mejor; confiar más en sí mismos y asumir más riesgos. En líneas generales, parece ser que los adolescentes esperan mejorar algunas carencias personales.
- Algo similar ocurre al evaluar qué opinan acerca de las consecuencias psicosociales que pueden derivar de su ingesta. En este caso, destaca su escasa conciencia sobre la alteración que puede producirse en el rendimiento escolar -nivel de concentración, recuerdo, atención...- o la mayor probabilidad de verse envueltos en altercados sociales -peleas, discusiones…- debido a la merma del proceso de toma de decisiones.
Basándose en todos estos conocimientos diferentes organismos internacionales, entre los que se incluye la OMS , han solicitado que las administraciones elaboren, apliquen y evalúen estrategias y programas eficaces para reducir las consecuencias sanitarias y sociales negativas del consumo nocivo de alcohol en atracón que realizan los jóvenes (Comisión Clínica PNSD, 2007).
Aránzazu Ibáñez
Fuente:
Fuente:
Health and Addictions / Salud y Drogas 2011, Vol. 11, nº 2, pp. 179-202
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