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viernes, 8 de junio de 2012

Neurociencias: una perspectiva desde el aprendizaje y la educación


Los estudios neurobiológicos de la conducta, que se llevan a cabo en nuestros días, cubren la distancia entre las neuronas y la mente. Existe una llana preocupación por cómo se relacionan las moléculas responsables de la actividad de las células nerviosas con la complejidad de los procesos mentales.


Carnine (1995) ya se aventuraba a pensar que la investigación sobre el cerebro tendría repercusiones directas en la educación y, basándose en el trabajo del Premio Nobel de Medicina de 1972, Gerald Edelman, sobre la capacidad del cerebro humano para categorizar, postuló que esta capacidad podía ser la clave para comprender las diferencias individuales.

La tarea central de las llamadas neurociencias es la de intentar explicar cómo es que actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas células están influidas por el medioambiente, incluyendo la conducta de otros individuos (Jessel, et al. 1997).

Precisamente, las neurociencias están contribuyendo a una mayor comprensión, y en ocasiones a dar respuestas a cuestiones de gran interés para los educadores; por ejemplo, hay evidencias según lo muestran las investigaciones de que tanto un cerebro en desarrollo como uno ya maduro se alteran estructuralmente cuando ocurren los aprendizajes (Bransford, et al., 2003).

Destaca además la importancia del rol que juega la experiencia en la construcción de la estructura de la mente. El desarrollo no es solamente un despliegue, por decirlo de algún modo, de patrones preprogramados; hay convergencia en un conjunto de investigaciones sobre algunas de las reglas que gobiernan o dirigen el aprendizaje, una de las más simples, por ejemplo es que la práctica incrementa el aprendizaje: en el cerebro, hay una relación similar entre la cantidad de experiencia en un ambiente complejo y el monto de cambio estructural (Posner y Rothbart, 2005).

Las investigaciones han demostrado que durante el desarrollo de nuevas vías neurales (Doetsch, 2005 y Schinder, 2002), nuestras sinapsis cambian todo el tiempo y es así como recordamos una y otra experiencia o vivencia. Hay quiénes hablan ya de neuroeducación, entendida como el desarrollo de la neuromente durante la escolarización (Battro, 2002a), no cómo un mero híbrido de las neurociencias y las ciencias de la educación, sino como una nueva composición original.

Battro (2002) señala que por razones históricas los caminos de la neurobiología y la educación tuvieron pocas ocasiones de encontrarse; por primera vez lo hicieron al buscar las causas de la debilidad mental y también en la indagación del talento excepcional. Lo interesante del asunto es que se afirma que la neuroeducación no ha de reducirse a la práctica de la educación especial solamente, sino que ha de constituirse en una teoría incipiente del aprendizaje y del conocimiento en general; y sobre todo, es una oportunidad de ahondar en la intimidad de cada persona y no una plataforma para uniformizar las mentes.

Hemos encontrado suficientes antecedentes de que tanto los neurotransmisores dopamina como acetilcolina incrementan los aprendizajes en los estudiantes. Cuando podemos ordenar una nueva información en una conexión ya existente, es decir, aprender algo nuevo, estos dos agentes no sólo refuerzan nuestra concentración, sino que proporcionan además satisfacción y, tal cual lo afirmaba Comenius, allá por el siglo XVII: todo aquello que nos produce complacencia, agrado o contento en nuestras instancias de aprendizaje, queda reforzado en nuestra memoria. Podemos remarcar entonces la importancia no solo de los conocimientos previos sino también de lo valioso que es estudiar algo que agrade.

La Neuropsicología, como disciplina que estudia las relaciones entre cerebro y conducta, se interesa más precisamente por las bases neuroanatómicas de los comportamientos superiores llamados funciones corticales superiores y las patologías que de ellas se derivan. Estas funciones son las que cualitativamente tienen un desarrollo mayor en los seres humanos: el lenguaje, la memoria, la orientación espaciotemporal, el esquema corporal, la psicomotricidad, las gnoxias, las praxias y las asimetrías cerebrales. Lo cierto es que el cerebro tiene un funcionamiento global, y que si bien es viable que para determinadas funciones existen áreas cerebrales anatómicamente delimitadas, las funciones corticales superiores dependen en mayor medida del procesamiento cerebral en su conjunto, en su totalidad; consecuentemente, cuanto mayor es la complejidad de una función cerebral, más áreas cerebrales estarían involucradas.

Desde una perspectiva actual de integración y diálogo, entre la educación y la investigación en neurociencia cognitiva, Ansari y Coch (2006) afirman que el campo emergente de lo que es educación, cerebro y mente debería caracterizarse por metodologías múltiples y niveles de análisis en contextos múltiples, ya sea en la enseñanza como en la investigación. Sostienen que solamente a través de una conciencia y comprensión de las diferencias y las similitudes en ambas áreas tradicionales de investigación, tanto en la educación como en la neurociencia cognitiva, será posible lograr una fundamentación común necesaria para una ciencia integrada de la educación, el cerebro, la mente y el aprendizaje.

Por: Aránzazu Ibáñez


Fuente de información:
Neurociencias y su importancia en contextos de aprendizaje
MARÍA LAURA DE LA BARRERA
DANILO DONOLO
http://www.revista.unam.mx/vol.10/num4/art20/art20.pdf

lunes, 7 de mayo de 2012

La posibilidad de cambiar la educación desde un punto de vista científico y sostenible en el tiempo




La escuela actual no se ha adaptado a los grandes cambios de nuestra sociedad. Se siguen repitiendo viejos esquemas para transmitir conocimientos y además los valores que se transmiten en la escuela no encuentran suficiente eco en la mayoría de las familias. Habría que preguntarse si realmente está el sistema educativo, los docentes y la administración educativa, preparados para educar y hacer frente a esta nueva sociedad.








Hoy en día tenemos la oportunidad de cambiar la educación desde un punto de vista científico y sostenible en el tiempo. Las investigaciones realizadas en el ámbito neurocientífico vinculadas al aprendizaje, la memoria, las emociones, los sistemas sensoriales y motores, sistemas atencionales, motivación, ritmo sueño/vigilia, por mencionar algunas de ellas, pueden y necesitan estar armonizadas con las propuestas de aprendizaje impartidas en el aula, con las propuestas curriculares de los centros educativos, con el sistema de evaluaciones y principalmente con la formación continua del profesorado por tratarse de un conocimiento de vital importancia para el ámbito educativo.

Para mejorar la calidad de la educación, se necesitan propuestas innovadoras y es aquí donde surge la Neuroeducación como una de las propuestas a ser tomada en cuenta. Innovar es transformar, es apostar por una educación del futuro. Por tal razón, es de vital importancia implementar en nuestras aulas nuevos componentes que abran camino a un nuevo modelo de práctica pedagógica, un modelo que considere la armonía entre el cerebro, el aprendizaje y el desarrollo humano.

Los grandes avances de la neurociencia hasta el momento han conseguido desvelar los mecanismos cerebrales que hacen posible el aprender, el recordar y el grabar la información de manera permanente en el cerebro pero pensamos que la neurociencia va a continuar desenredando los mecanismos del cerebro y nos va a ayudar mucho en el ámbito educativo.

Que todo agente educativo conozca y entienda cómo aprende el cerebro, cómo procesa la información, cómo controla las emociones, los sentimientos, los estados conductuales, o cómo es frágil frente a determinados estímulos, llega a ser un requisito indispensable para la innovación pedagógica y transformación de los sistemas educativos.

A medida que el conocimiento relacionado al funcionamiento del cerebro humano vaya siendo más accesible al profesorado, el proceso de aprendizaje se volverá más efectivo y significativo tanto para educador cuanto para el alumno.

Lejos de que la Neurociencia se caracterice como una nueva corriente que entra al campo educativo o que se transforme en la salvación para resolver los problemas de aprendizaje o de la calidad de la educación, la propuesta es que sea una ciencia que aporte nuevos conocimientos al educador, así como lo hace la Psicología, con el propósito de proveerle de suficiente fundamento para innovar y transformar su práctica pedagógica.

En el momento presente es necesario y urgente el intercambio de información entre docentes y neurocientíficos para que sus resultados puedan ser aplicados en beneficio de la mejora de los procesos educativos.

El cerebro es un órgano que se modifica con la experiencia. Y, aunque esto es cierto durante toda la vida, existen períodos en la niñez en los que el aprendizaje es mucho más fácil y rápido. Estas ventanas sensoriales deben ser aprovechadas porque, una vez pasadas, ese aprendizaje es mucho más difícil y costoso para el individuo, cuando no imposible.

Siempre se ha dicho que el cerebro es como un músculo, que si no se ejercita se atrofia. Y esta frase que ha sido pronunciada en el pasado de manera intuitiva, hoy tiene un fundamento experimental. Hace pocos años se ha podido comprobar que la generación de nuevas células nerviosas, la llamada neurogénesis, que se creía tenía lugar sólo en el bulbo olfatorio, se produce también en el hipocampo, una estructura relacionada con la memoria y perteneciente al cerebro emocional o sistema límbico.

Aunque la memoria, como facultad mental importante, debe ser desarrollada, hay otras facultades, como la inteligencia, la capacidad de asociación entre ideas y sucesos, que, a mi juicio, es más importante que la memoria. Existen personas con una gran memoria y gran inteligencia, pero también hay individuos con una memoria excepcional sin que ésta esté acompañada de una gran inteligencia. Cada facultad mental tiene un componente genético que debe expresarse en un entorno adecuado que la estimule.

Se conoce que la representación sensorial en el cerebro de la mano izquierda de violinistas y otros músicos que utilizan instrumentos de cuerda es mucho mayor que en otras personas. Hemos aprendido, asimismo, que niños que se entrenan en artes visuales, como la música, la pintura, la danza o el teatro, pueden reforzar sus sistemas de atención del cerebro y, de esta manera, mejorar sus facultades cognitivas y su fluidez verbal. La música, por ejemplo, también es capaz de mejorar el rendimiento en tareas geométricas abstractas. Y el aprendizaje físico estimula la creatividad, aumenta la motivación y refuerza la inteligencia social.

La memoria o la inteligencia ya no son unitarias y dependiendo del tipo de que se trate cada uno de ellos debe ser desarrollado adecuadamente. Por eso es importante conocer primero las disposiciones de cada alumno para poder tratarlo de acuerdo con sus facultades.

No hay que olvidar que nada se aprende mejor que sobre lo ya conocido y en este sentido al igual que estamos cerca de una medicina personalizada, también en educación nos encaminamos cada día más a una enseñanza que tenga en cuenta las  predisposiciones de cada individuo.

No es una moda pasajera el hecho de que hayan aparecido nuevas disciplinas caracterizadas por el prefijo «neuro». La neurociencia está revelando hechos que van a revolucionar la imagen que tenemos del mundo y de nosotros mismos. Ya era hora que nos preocupemos de conocer mejor ese órgano del que dependen todas nuestras conductas, aficiones, teorías científicas o creencias religiosas, ese universo que ha sido demasiado tiempo olvidado.


Por: Aránzazu Ibáñez

Fuente de información:

Francisco José Rubia Vila
Conocer el cerebro para la excelencia en la educación
Editado por Innobasque – 2010
Agencia Vasca de la Innovación
Parque Tecnológico de Bizkaia