Salvador Dali, Paysage aux Papillons |
La música es procesada en nuestro cerebro mediante redes neuronales que implican áreas de procesamiento auditivo y motor, y su percepción y ejecución involucran a diversas funciones cognitivas.
La música supone un medio más para la rehabilitación mediante la musicoterapia, la cual es capaz de mejorar nuestra salud mediante diversos factores: atención, emoción, cognición, conducta, comunicación y percepción. La corteza cerebral tiene la marcada capacidad para reorganizarse según sus necesidades, y el efecto que produce la música en él podemos verlo en cuestiones como, por ejemplo, las diferencias anatómicas presentes en aquellos músicos que cuentan con la habilidad del tono absoluto.
La música supone un medio más para la rehabilitación mediante la musicoterapia, la cual es capaz de mejorar nuestra salud mediante diversos factores: atención, emoción, cognición, conducta, comunicación y percepción. La corteza cerebral tiene la marcada capacidad para reorganizarse según sus necesidades, y el efecto que produce la música en él podemos verlo en cuestiones como, por ejemplo, las diferencias anatómicas presentes en aquellos músicos que cuentan con la habilidad del tono absoluto.
Diversos estudios han mostrado cómo el aprendizaje y adquisición de una nueva destreza produce cambios en la representación cortical, como el realizado por el neurólogo Álvaro Pascual-Leone y sus colaboradores, quienes asociaron que aprender una secuencia de cinco dedos para piano durante cinco días implicaba una cierta reorganización de la corteza motora.
El cerebro del músico es un buen paradigma para estudiar la influencia de la música sobre el cerebro, ya que nos ofrece la oportunidad de ver qué diferencias estructurales y funcionales hallamos en aquellas personas que han realizado estudios musicales respecto a las que nunca lo han hecho. La producción musical implica que nuestro cerebro se active para leer una partitura, realizar movimientos específicos, mantener activa la memoria y la atención, identificar los tonos y controlar la afinación e incluso improvisar. No resulta descabellado pensar que el hecho de practicar la música diariamente durante años tendrá repercusiones cerebrales ya que, como sabemos, el cerebro se adapta a nuestras necesidades, tanto funcional como estructuralmente.
La música es un estímulo multimodal muy potente que transmite información visual, auditiva y motora a nuestro cerebro, el cual cuenta con una red específica para su procesamiento, compuesta por regiones fronto-temporo-parietales. Esta activación puede resultar muy provechosa en el tratamiento de diversos síndromes y enfermedades, ya sea rehabilitando o bien estimulando conexiones neuronales alteradas.
Según "The World Federation of Music Therapy" (WFMT), ‘la musicoterapia consiste en el uso de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía, armonía) por un musicoterapeuta, con un paciente o grupo, en el proceso diseñado para facilitar y promover la comunicación, el aprendizaje, la movilización, la expresión, la organización u otros objetivos terapéuticos relevantes, con el fin de lograr cambios y satisfacer necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia busca descubrir potenciales y restituir funciones del individuo para que éste alcance una mejor organización intra e interpersonal y, consecuentemente, una mejor calidad de vida a través de la prevención y rehabilitación en un tratamiento’.
Stefan Koelsch profesor de psicología biológica y musical propone tres dominios principales sobre los cuales podemos lograr resultados mediante la musicoterapia:
Emoción.
Escuchar música tiene efectos claros sobre estructuras límbicas y paralímbicas. Se ha podido comprobar que el placentero efecto del escalofrío por la espalda va ligado a un aumento en el flujo sanguíneo en la ínsula, en la corteza orbitofrontal, en la corteza prefrontal ventromedial y en el estriado ventral. Asimismo, también se ha registrado una disminución del flujo sanguíneo en la amígdala y el hipocampo. Este hallazgo apoya el tratamiento con musicoterapia de trastornos ligados a disfunciones amigdalinas, como podría ser el caso de la depresión o la ansiedad. Koelsch apunta la posibilidad de que la musicoterapia active el hipocampo, de manera que prevenga la muerte de neuronas hipocámpicas y el bloqueo de la neurogénesis hipocámpica (presente en alteraciones como la depresión y el estrés postraumático).
También cabe señalar la importancia del núcleo accumbens, ya que su activación se correlaciona con la experiencia placentera de escuchar piezas musicales agradables. A todos estos efectos sobre determinadas áreas cerebrales debemos sumarle el efecto que tienen las emociones sobre el sistema nervioso vegetativo, así como sobre el sistema hormonal y el sistema inmune: con la música también podemos obtener efectos beneficiosos en pacientes con trastornos endocrinos, autoinmunes o autonómicos.
Acción-percepción.
En los diversos estudios realizados se ha podido comprobar que la percepción musical no sólo activa áreas auditivas, sino que también activa áreas motoras, y no es necesario que seamos músicos para ello. Este hecho resulta significativo para la musicoterapia, ya que estos mecanismos resultarán útiles para el aprendizaje de acciones, su comprensión y la capacidad de predicción en las acciones de otros.
Cognición social.
Dentro del paradigma de la teoría de la mente (ToM), se ha buscado esclarecer si el hecho de conocer que un autor ha escrito una determinada pieza musical con un fin concreto influirá en nuestra percepción sobre su obra, y se ha podido demostrar que también se activaban redes dela ToM : corteza frontal anteromedial, surco temporal superior bilateral y ambos polos temporales. Los autores concluyeron que resultaba necesaria más investigación al respecto para conseguir aplicar estos hallazgos a la musicoterapia, principalmente en casos de alteraciones conductuales y autismo.
Emoción.
Escuchar música tiene efectos claros sobre estructuras límbicas y paralímbicas. Se ha podido comprobar que el placentero efecto del escalofrío por la espalda va ligado a un aumento en el flujo sanguíneo en la ínsula, en la corteza orbitofrontal, en la corteza prefrontal ventromedial y en el estriado ventral. Asimismo, también se ha registrado una disminución del flujo sanguíneo en la amígdala y el hipocampo. Este hallazgo apoya el tratamiento con musicoterapia de trastornos ligados a disfunciones amigdalinas, como podría ser el caso de la depresión o la ansiedad. Koelsch apunta la posibilidad de que la musicoterapia active el hipocampo, de manera que prevenga la muerte de neuronas hipocámpicas y el bloqueo de la neurogénesis hipocámpica (presente en alteraciones como la depresión y el estrés postraumático).
También cabe señalar la importancia del núcleo accumbens, ya que su activación se correlaciona con la experiencia placentera de escuchar piezas musicales agradables. A todos estos efectos sobre determinadas áreas cerebrales debemos sumarle el efecto que tienen las emociones sobre el sistema nervioso vegetativo, así como sobre el sistema hormonal y el sistema inmune: con la música también podemos obtener efectos beneficiosos en pacientes con trastornos endocrinos, autoinmunes o autonómicos.
Acción-percepción.
En los diversos estudios realizados se ha podido comprobar que la percepción musical no sólo activa áreas auditivas, sino que también activa áreas motoras, y no es necesario que seamos músicos para ello. Este hecho resulta significativo para la musicoterapia, ya que estos mecanismos resultarán útiles para el aprendizaje de acciones, su comprensión y la capacidad de predicción en las acciones de otros.
Cognición social.
Dentro del paradigma de la teoría de la mente (ToM), se ha buscado esclarecer si el hecho de conocer que un autor ha escrito una determinada pieza musical con un fin concreto influirá en nuestra percepción sobre su obra, y se ha podido demostrar que también se activaban redes de
Diversos estudios han mostrado que el cerebro del músico es distinto al de las personas que jamás han llevado a cabo cualquier entrenamiento musical. El hecho de practicar a diario con un instrumento durante varias horas implica a diversas áreas cerebrales y funciones cognitivas, lo cual tiene como consecuencia que el cerebro del músico sea diferente, tanto a funcional como estructuralmente. Cuando una persona con estudios musicales percibe una melodía está activando una red cerebral muy extensa, ya que se activan áreas de procesamiento del tono, de control motor y auditivas. Por el contrario, en una persona sin estudios musicales se activan áreas auditivas principalmente.
En un estudio sobre la simetría y representación de la mano en la corteza cerebral, se tomó la longitud entre surcos de la parte posterior del giro precentral como marcador anatómico de la corteza motora primaria. Se pudo observar que los músicos profesionales tienen una mayor simetría entre los dos hemisferios, así como un mayor tamaño. Además, la mitad anterior del cuerpo calloso y el cerebelo es mayor en hombres músicos; esta diferencia no se ha encontrado en mujeres. También se ha constatado una mayor simetría y tamaño de la corteza motora de los músicos profesionales. Con esto comprobamos que los músicos cuentan con una mayor conectividad interhemisférica y áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento musical más desarrolladas. Estas cualidades son muy importantes para la correcta ejecución musical. Asimismo, también se ha podido comprobar que los músicos con tono absoluto presentan un mayor plano temporal izquierdo así como una hiperconectividad entre el giro temporal superior posterior y el giro temporal medial posterior izquierdos, bases cerebrales necesarias para poder desarrollar el tono absoluto, siempre y cuando se inicie el entrenamiento musical a edades tempranas.
Fuente de Información:
Gema Soria-Urios, Pablo Duque, José M. García-Moreno
Música y cerebro (II): evidencias cerebrales del entrenamiento musical
Stefan Koelsch
(Prof. for Biological Psychology and Music Psychology)
Gottfried Schlaug, M.D. Ph.D.
Director, Music and Neuroimaging Laboratory, Stroke Recovery Laboratory, and Division Chief, Cerebrovascular Diseases. Associate Professor of Neurology, Beth Israel Deaconess Medical Center and Harvard Medical School
Director, Music and Neuroimaging Laboratory, Stroke Recovery Laboratory, and Division Chief, Cerebrovascular Diseases. Associate Professor of Neurology, Beth Israel Deaconess Medical Center and Harvard Medical School
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